Saulo Hidalgo - Ministerio Levantate y Anda
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Es impresionante lo que dijo Dwight L. Moody: “Nunca he conocido a un hombre que me haya ocasionado tantos problemas como yo mismo”. Tal vez usted no se ha detenido a pensar que lo que más le atormenta está dentro de usted mismo, y no en otras personas o en otras circunstancias. Yo soy quien decido cuando tener paz y cuando perderla. Nadie puede decidir por mí en ese sentido. La paz es mía. Es un regalo de Dios que nadie puede quitarme.
Nadie puede obligarle a usted a tener una mala actitud hacia la vida. No permita que los demás o las circunstancias dañen su corazón y su autoestima. Es por esto que siempre digo que es más importante lo que pasa en mí, que lo que me pase a mí. Una vez estaba junto a un amigo cuando alguien se nos acerco para decirnos: “!Mi vida es demasiado dura!”, a lo que mi amigo le contestó: “ ¿Comparada con qué? Nuestro principal logro en la vida será aprender a vivir con nosotros mismos y con las cosas que nos han tocado vivir. La mayoría de la gente no se da cuenta de que la mayor parte de sus problemas no existen más que en su imaginación. Cuando se ha tenido un encuentro con el Señor Jesucristo, lo primero que ocurre es que uno se da cuenta de que las cosas no son tan malas como uno pensaba que eran, de que Dios es Dios y El está por encima de nuestras dificultades. Pase de mirar aquello que puede ver, a creer en lo que puede tener.
Jesús se lo enseñó a Pedro en un momento muy especial de su vida: Estaba El a la orilla del lago de Genesaret y la gente se agolpaba a su alrededor para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».Y, haciéndolo así, pescaron una gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse.
Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al verlo, Simón Pedro cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador»… Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las dos barcas y, dejándolo todo, le siguieron., (Lucas 5, 1-11). Pedro estaba lavando las redes de pescar. Las redes eran su herramienta de trabajo y ya las estaba guardando. La pesca era su don, su medio de vida, donde Pedro se había convertido en un experto; era lo que Pedro sabía hacer bien, y ni eso le estaba funcionando. Estaba rendido y sus compañeros, ya agotados de tanto esfuerzo inútil, se estaban dando por vencidos.
Lo peor de todo es que en la mente de Pedro estaba su principal enemigo, el enemigo que le llevó a tomar la decisión de dejar de intentar obtener peces, el que le llevó a rendirse y a guardar las redes. Pedro tenía un acusador interno que le decía: ¡fracasado! Y Pedro se rindió.
A usted y a mí nos ha pasado lo mismo. Cosas que no nos han salido bien nos han hacho creer que somos fracasados y que en futuro las cosas no serán diferentes a lo que han sido. Tenga cuidado de no caer en su propia trampa. Luís XIV dijo: “Hay muy poco que detenga a un hombre que se ha conquistado a sí mismo”.
Que Dios le bendiga grandemente,
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